miércoles, octubre 07, 2020

Catastrofismo argentino


 Los argumentos destructivos al interior de la política tienen un carácter particular por no ser incompatibles los unos con los otros, aún cuando vienen desde distintas, incluso opuestas tendencias. Alguien dirá por eso de que cada uno tiene una parte de la verdad, en el peor de los casos porque a cada uno le conviene ver una parte de lo real y sobre todo, ignorar otra.

De esta manera ante lo que serían críticas mútuas uno suele poder establecer que cada uno tiene razón sin por ello asumir los dogmas de uno u otro partido, y esto se refleja necesariamente en la opinión pública caracterizando la crisis de representación tan mentada como una característica sociopolítica de época.

Esto hace que el que tenga un compromiso de subsistencia con un partido y necesite demostrar su posición argumental, deba hacerlo de manera impecable y no sólo por descarte, tradición u otra forma de solución de compromiso, o bien sencillamente resignarse al subsumirse en la mediocridad normal.

Tomemos, -por ser dramáticos- el peronismo (los otros por lo tanto menos interesantes estéticamente hablando). Es consabida su vocación por el poder, que se traduce en que son la fuerza política (identificada con una ideología) más persistente a través de las décadas, del país.

Mientras que las oposiciones liberales son siempre mutantes -incluso integrándose a gobiernos de signo opuesto en algún caso- el peronismo siempre es el peronismo aparentemente, el único mito de política nacional que mal que mal sobrevive.

Ahora bien, ¿es el actual otro ejemplo más de gobierno peronista? ¿o estamos bien entendidos de que se trata del de un frente, a saber, una coalición de identidades políticas? Más allá de los partidos no peronistas al interior de éste, el kirchnerismo mismo, central en el frente, encarna una tendencia que se pretende superadora del peronismo, necesaria aunque más no sea para esquivar las contradicciones existentes. Insuficiente sin embargo en este caso para elevarse por sí sola y conquistar el llamado "poder" (ese que ya CFK, desde su perspectiva, ubicó en un aproximado "25% del poder real"). De ahí el encumbramiento de Alberto Fernandez.

Además, frente al poder real, el peronismo nunca ha prescindido de una pata auxiliar a la del gobierno , suerte de equilibrio interno inestable: el sindicalismo, necesario cada vez y constantemente para cumplir su misión de política pragmática por excelencia.

Si el gremialismo peronista es una parte constante e imprescindible de la construcción de poder del peronismo se nos impone la pregunta: ¿es un partido o un gremio? Es decir, ¿dónde reside el fundamento de su ideología?

La "burguesía nacional" que como sabemos siempre es necesaria para llevara adelante un proyecto nacional y le da sustento al peronismo, siempre fue tendencialmente (y ahora mas que nunca), ni la industria, ni el campo, sino la de las direcciones sindicales, aunténticos burócratas de la industrialización argentina desde que ésta se inició. Claro, no se trata de la burguesía tradicional de nuestros libros de texto y no podría serlo sin las condiciones carácterísticas, en primer lugar una economía desarrollada y por otra parte la independencia política propia de un sector social dinámico. Nos viene a la mente el caso de Rusia donde también una organización nacional agrupó algunos secotores dispersos de burguesía y encarnó la dirección social sin nunca lograr superar los condicionamientos externos, en el caso del peronismo de manera consciente, al proponerse reformar el capitalismo y no confrontar con él.

Por otra parte, en la etapa actual vemos como el liderazgo unipersonal (carismático según las categorías de Weber) es insuficiente para dirigir una reforma profunda de la sociedad que sería necesaria, por ejemplo, para superar la crisis de la moneda. Tenemos el surgimiento de una "auténtica" (por auténticamente capitalista) burguesía nacional encarnada en Clarín, Techint y companía que disputan su lugar político al tiempo que un rol en la globalización financiera o dicho de otro modo que está en posición de vender la nación al mejor postor internacional en el mercado de valores quedándose con una parte y algunos puestos de gerencia y consultoría. En otras palabras, una tendencia a la liquidación del regimen político nacional al integrarse al internacional.


Por supuesto estos modelos empresariales para desgracia de la liberalidad se topan a cada paso con el sustrato real irreductible de la sociedad como un ecosistema de relaciones, donde la falta de cálculo de las "externalidades" (es decir los costos no monetizables) hace que el capitalismo socave de manera directa su propia base de posibilidad y produciendo las crisis políticas constantes de nuestra fase histórica. El territorio se resiente y cíclcicamente entra en acción el grupo de administración local para reestablecer el orden.

Si el peronismo por desintegración simbólica y el liberalismo por la material no pueden asegurar la continuidad del regimen político, no hay pocas razones para suscribir la sospecha kirchnerista de que el peronismo, para perpetuarse, debería ser superado por algo en la línea de lo acuñado por Alfonsín: un " tercer movimiento nacional".

Ya que la ideología peronista se encuentra finalmente cortada de su sustento real. Algo que se podría argumentar empezó a ocurrir al mismo momento en que nacía.


A pesar de aspecto superficialmente hegeliano de la cuestión, el hecho es que el peronismo sirvió de inercia polar de la otra tendencia organizadora de la nación a saber la subordianción al capital global y esta polaridad es la que consitituye su funcionamiento histórico.

La ideología peronista no es solamente una cuestión cultural, una identidad que se impone por su agregación a nivel social como querría el mito. Bien por el contrario y como vemos en su crisis actual, es una ideología política que desconecta en muchos casos al sujeto político de sus causas concretas como todo ideologismo, sirviendo a un complejo de intereses de carácter anti-democrático.


En el polo opuesto, la tendencia liberal capitalista amenaza con terminar definitivamente con toda posibilidad de organización autónoma aunque más no fuere de tipo localista. Digamoslo con todas las letras, el núcleo argumental del peronsimo, el "peronismo de Perón", es la original oligarquía argentina, una oligarquía que puede ser de un sólo tipo: corporativo.

De esta manera se resuelve la supuesta contradicción de una clase terrateniente pero liberal: la contradicción nunca fue tal. La mal llamada oligarquía terrateniente siempre estuvo conectada a través del puerto a la red financiera global e identificada con los íconos que hacen a su contenido ideologizado, Reino Unido, Norteamérica, o sencillamente el dinero y la codicia. Por lo tanto nunca fue esa pretendida oligarquía nacional, sino tan sólo, la desterrada oligarquía colonial.


Así como damos la estocada de muerte a la ideología peronista, incidentalmente disponemos de una lanza adecuada también para el liberalismo: recientemente uno de los mitos mejor ofuzcados ha caído en desgracia cuando Ben Bernanke de la Fed norteamericana reconoció que cuando el gobierno necesita gastar "no se trata de dinero de impuestos, simplemente escribimos en la computadora la cantidad del balance". En otras palabras, estos son financiados por el proceso (también poco conocido de creación de dinero) que los voceros liberales locales llaman ridículamente "la maquinita". 

La función de la recaudación por lo tanto es primordialmente la esterilización del papel o en palabras normales, la valorización de la moneda nacional la que por supuesto es amenazada por las burbujas financieras. Con este último remache se termina de cerrar la sepultura de todo el edificio de falacias de la ortodoxia liberal, dejándonos finalmente, totalmente huérfanos de ideologías, y abriendo paso como se ha visto, a las más diversas invenciones políticas posibles: desde Trump, hasta Añez, pasando por Boris Johnson y por supuesto Alberto Fernandez. El Estado de catástrofe política que caracteriza nuestra época.


Los análisis comunes, por vía de la inducción, oscilan desbocadamente entre suponer que la cosa no da para más y se acerca el colapso del sistema o, por el contrario, sumar la desesperanza para calcular el presente fin de la historia: la esperanza sin fundamentos o el derrotismo malintencionado.

Dos tendencias que por supuesto no hacen más que reproducir la necesidad de la ideología dominante (mientras el sistema persista ésta sobrevivirá tomando nuevas formas). Quizás por eso, una Eva presciente nos adviritió que el peronismo sería revolucionario o no sería nada...


El peronismo también se desmorona, en España, en Venezuela si las aceptamos como posibles síntesis,... el estatismo de Laclau se desintegra como los Avengers de Marvel mientras que deja al descubierto la necesaria tesis internacionalista Aminiana que ocultaba (la que no traje yo a la mesa sino otros, por ejemplo Liaudat y Sbatella).

Esto quizás permita justificar el escandoloso personalismo de las militancias patidarias de hoy, sean Macri, CFK o Alberto, todos convocando una dependencia emocional que los publicistas electorales nunca soñaron posible sin monumentales campañas de propaganda previa. Simplemente la generan las necesidades imperiosas de la politica. Quizás también el desierto simbólico debido a los medios masivos de marketing.

La perspectiva no es halagueña, ya que el desarrollo de una experiencia política regenerativa, necesitaría de condiciones materiales mínimas para el desarrollo de las personas que la crisis prolongada de hoy parece amenazar. Curiosamente, en Norteamérica parece haber algo de esto, una gradual radicalización posible gracias a la apenas suficiente autonomía económica de los individuos. Las reacciones sanguinarias de la derecha no se producen entonces porque sí.

Ante el dramatismo de la hora, el pequeño dilema argentino parece la nada misma, destinada acaso a ser disuelta en las corrientes superiores de la historia y al mismo tiempo, su persistencia demuestra una tozudez inexplicable, a menos que tuviera alguna oportunidad de jugar un rol de fondo en toda esta cuestión, el que podrá develarse quizás con mayor perspectiva.

 

viernes, julio 05, 2019

Una explicación cultural del Juego de Rol

Extractos de una ponencia presentada en ocasión del 4º Coloquio de Estudios sobre Juegos de rol

Introducción

El análisis cultural es tradicionalmente terreno de la antropología pero utilizada ésta de manera más vale específica, mientras que los análisis más generales parecen deber ser lingüísticos o semiotico-literarios. Otras disciplinas como la sociología proponen mirada social global pero desde especificidades analíticas como la acción y análisis social que tienden a subestimar la dimensión diacrónica.
El juego consiste en la matriz crucial de dos momentos de la constitución social: la del criterio individual, con el Juego de rol de los niños y la ceremonia de pasaje, que utiliza el Juego de rol para llevar adelante una experiencia simbólica sancionada socialmente. Ritos y unciones, transmisión de valores que también vemos en lo religioso y todo aquello que funcione del mismo modo y con las mismas herramientas, decimos por ejemplo, el género dominante de la industria cultural occidental .

Estos son los supuestos que permiten la siguiente indagación de la necesidad de unir juego y cultura a través del ejemplo del fenómeno del juego de rol.


Conferencia de Tomás Amans


John Wick1 que es un respetable creador y gurú del rol se atreve a afirmar que el JdR es “el mito viviente”. Como si a la práctica de crear y transmitir los mitos perdida, el JdR pudiese recuperarla.
Nosotros quisiéramos también examinar el mito, pero antes de eso sería prudente hacer al menos el registro de algunas diferencias.
Para acortar un poco podemos hacer el registro de la similaridades socio-funcionales.
El mito hoy y ayer ¿eran un medio, un dogma? ¿Algo que en lo que se sumergía una comunidad para transformarse, para avanzar?

A- Sin dudas implicaba en cuanto al medio, la transmisión hermenéutica. No se trata del sentido literal de los relatos, sino por el contrario de hacer decir cosas a las palabras que no queden fuera de ese contexto, cosas necesarias, culturalmente pregnantes (importantes para el individuo).
A su vez tiendo a pensar que esto refuerza al lenguaje, difundiendo su campo de efecto y alimenta el circuito. El lenguaje es práctico también cuando hablamos de representaciones necesarias, o en otras palabras, hablar “enrevesado” es normal. Es el registro semiótico sobre el que opera el mito. Como propone Clifford Geertz, entender la cultura es ubicarse fuera de un círculo simbólico o “es como captar el sentido de un refrán”.

B- El circuito es la asimilación-expresión-realización comunitaria. ¿Cómo?
Posiblemente el mismo circuito que describe Elkonin sigue el niño cuando juega al rol con sus coetaños, a la edad de 7-8 años.
Este miembro de la escuela de psicología socio-histórica soviética lo explica como una fase fundamental e irreemplazable de la socialización de los jóvenes, la que les permite por primera vez concebir propósitos propios dentro del marco social. Esto lo hace a través de las reglas del Juego de roles infantil. De ahí una primera aproximación posible entre mito como transmisión cultural y juego de rol.

1. El campo de lo mítico

Podemos empezar por hacer el recuento de la funcionalidad del mito según se especula hoy en día: enseñanza de valores (moraleja), explicación del mundo, lenguaje de la espiritualidad incluyendo la vía para la somatización de los males psíquicos y finalmente enseñanza de conceptos útiles en la práctica cotidiana.
Los tres primeros no se aplican al rol en nuestra definición. El último es posible, pero no causa para pensarlo primordial en la función social de nuestro JdR.

Por último, una propuesta adicional no tan común es aquella por la cual los mitos transmiten oralmente lo importante de la historia del pasado. Un pasado remoto y un relato purificado por su repetición miles de veces durante la vida de cada juglar, de manera de alcanzar la eficacia social necesaria. El mito simplemente como historia si es que eso es posible.

Hoy en día no hay dudas de que hay relatos globales que funcionan como obturación para la incertidumbre de las personas y las instituciones. Pero más que hablar de los antiguos, las teorías sobre los mitos, hablan mucho de los occidentales que la concibieron. El temor es la marca característica de la sociedad occidental. Temor del oriente, temor del nuevo continente. Por suerte para nuestro análisis, ya que buscamos inteligibilidad, el JdR también es un artilugio eminentemente occidental lo que nos permite esperar algún nivel de acción en común.

Entonces, si no poseemos una definición de mitos estable sí tenemos esta perspectiva occidental como en el caso de Huizinga (que coincide en parte con otros) que conforma una función de relato estructurante de la historia y la mirada de la propia cultura e identidad occidental. En otras palabras un mito sobre los mitos que nos permite una base concreta para el análisis.

2. El juego como función del mito

Un caso de la funcionalidad social del mito nos la da eminentemente el rito del Hain2 de los Selknam, pueblo originario de la Patagonia, hoy extinto. Por lo que sabemos su mito explicaba el origen de las diferencias sociales entre hombres y mujeres en una antigua traición y conspiración de las mujeres para dominar a los hombres de la que estos se libraron a través de los sucesos representados en la ceremonia.

A nuestra sensibilidad contemporánea, el mito exhibe y extruye dos valores obvios: el moral, que ejemplifica el engaño como contrario a la dignidad humana, y luego, el descubrimiento de la verdad. Los dos están relacionados con el varón en tanto un conocimiento que los propulsa a la adultez.
El camino de las mujeres es inverso, son forzadas a aceptar al hombre como su igual y a compartir el mundo con ellos.

El rito por supuesto es representado por mujeres y hombres, podríamos decir, es roleado como decimos en la afición. Toda la ceremonia se comporta como era de esperarse, como un juego: siguiendo las características de Huizinga con su tiempo, su lugar y sus reglas y en donde el “roleo” o distribución de roles es parte de las definición de los jugadores al interior del juego.

Más allá de la comparación con nuestros valores este mito tan arraigado sin dudas era parte de la cohesión social de los Selknam.
Los ritos de pasaje como éste seguidamente vienen acompañados por relatos míticos.
Nosotros podemos decir, hablando en primera persona, más allá de la fuente de legitimación, el conocimiento dado nos viene con la responsabilidad de usarlo en nuestras vidas. Un sentido de utilidad que encausa nuestras vidas.

Comparar con el mito cristiano del Edén perdido, mucho más cercano, en que el descubrimiento de la pudicia hace necesario salir de la comodidad del paraíso y “empezar la historia”. Vemos los mismos elementos en juego: el conocimiento, la sexualidad y la responsabilidad del adulto. No importa para el caso si esto no tiene función filosófica.
Dussel por ejemplo, se enerva con esto: “la biblia no dice nada del sexo, la manzana es del conocimiento que habla” -impugna. Pero aún si su análisis es correcto, debemos evitar confundir el análisis filosófico con la práctica lingüística: éste es el mito que se transmite normalmente, el que tiene ese peso (de pragmática), esa función social con respecto en particular a la moral, (al menos todavía actual para un registro clásico de la literatura).

Y en cuanto al rol nos planteamos diversas preguntas: ¿es éste funcional? ¿Es un mito en sí mismo? En caso afirmativo, ¿qué transmitiría? ¿Podría el JdR ser una ceremonia no reificada todavía, no constituida en práctica normal por así decirlo y por ello su representación, marginal? En ese caso ¿cuál es su función propia?

Hain

3. La funcionalidad del juego según Huizinga

Por otra parte la indagación de Huizinga lo conduce a ilustrar tentativamente una funcionalidad distinta: por una parte, el juego como conflicto y escenario de relaciones de poder: la guerra pre-histórica (donde si damos crédito, ésta es funcional y no (solo) destructiva). O de manera aún más abstracta, el enigma, como un relato religioso o místico, dos modos que permiten conciliar por completo lo serio con el juego. Desafíos que son al mismo tiempo mortales pero también abstraídos del mundo y las funciones sociales de los individuos.

En el juego ese momento es también sublimado, como en el relato sobre esos desafíos de enigmas y guerras. Es decir interpreto, no como la guerra en sí misma sino como el relato que hacemos de las guerras y enigmas mortales. Creo que la caracterización de Huizinga, más que descripción de una práctica concreta, constituye una representación cultural propia de occidente.

En todo caso no parece ser el caso del rol. ¿O sí? ¿Es el rol un wargame/juego de guerra en el fondo?
Si tomamos como ejemplo las primeras ediciones de D&D como modelo del rol posiblemente.
Si queremos interpretar D&D como un mito o representación identitaria como lo es la mirada etnocéntrica de Huizinga es profundamente derogatorio para D&D. ¿Qué funcionalidad de la sociedad explica D&D? ¿Qué jerarquía justifica en nuestra época? Esto es lo que critica Antero García, como una subcultura misógina y racista3.

Pero si alguna vez D&D fue un juego sobre la guerra, ya no lo es4. No pretendo demostrarlo aquí, baste con indicar un detalle técnico con implicancia política: la adaptación de D&D al modelo de atributos+ competencias, una estructura a la que resistió durante 35 años antes de finalmente rendirse, como el tributo que le hace el hegemon a la soberanía popular dentro del JdR. Por ello, hoy D&D tiene en términos de reglamento, las competencias de “aplicación abierta”5, es decir, es igual que la mayoría de los juegos creados y editados. El grande se adaptó a los pequeños. Lo que podemos llamar el rol alternativo (si nos fijamos en su representación mediática), o el rol propiamente dicho (si nos fijamos en la práctica cotidiana), como prefieran.

Pero en cualquier caso, por su naturaleza subalterna y no constituyente de nuestra sociedad, asumo que el JdR no es mito, ni transmisión de mito. No hasta este punto al menos.

4. Marginalidad del rol

El JdR por lo tanto no es central en nuestra sociedad, y deberíamos analizarlo como tal, marginal, subalterno, no por ello sin-valor o incluso sin función específica.

Busquemos el contraste, ¿cuál es el hegemón lúdico de nuestro mundo? ¿Es el deporte profesional?
El deporte profesional combina también como el JdR afición-subjetividad y proeza pública. Satisface totalmente la definición de juego de Huizinga pero, por otra parte le falta la dimensión moderna, lo que se conoce en sociología como ocio (y no el concepto helenista).
El ocio para nuestro uso, sería el tipo sentado con una cerveza viendo el partido, muy lejos del juego.
A su vez, el juego en el espacio de ocio está más dominado hoy visiblemente por el videojuego. La performance del jugador de video tiene que ver con la lectura y el entrenamiento en ciertas pruebas. Como si fueran las pruebas de Herácles. Es en el fondo, el modelo del enigma que también mistificaba Huizinga. Un modelo de contemplación y reflexión más que de acción y participación6.

El video juego utiliza materiales culturales notables, algunos incluso originados en la subcultura del rol pero también y con notable despotismo, otros muchos que reutiliza y convierte. Un ejemplo que nos toca: la palabra juego de rol o role playing game designa normalmente un género inestable de los juegos de video aunque sea el término propio de otro juego que se intenta distinguir sucesivamente con diversos epítetos como Pen an paper, table top, juego de mesa etc.
El ejemplo clave sin embargo son los superhéroes. Si observamos a hollywood la filmografía dominante es la del género de los superhéroes tanto por la producción como por el impacto social7. El video juego utiliza superhéroes de hollywood y más notablemente crea sus propios superhéroes. He ahí una marca de la dominancia de los videojuegos. Hollywood incluso hace películas de los héroes creados para las consolas y PCs. Podemos entonces proponer que, si no es un mito en sí mismo, el género de los superhéroes opera (de mínima) en el mismo nivel que la transmisión del mito de las tribus como la Selknam.

Por lo tanto nuestra sociedad divide bastante dos áreas de lo lúdico, los topológico del deporte, las hinchadas, los estadios, las apuestas... de lo doméstico, lo familiar, el espacio privado que se lo queda... el hegemon del videojuego. O también, Netflix. ¿Vieron Bandersnacht? O debería decir, “¿jugaron Bandersnacht?”: se tocan. Bandersnacht es una película/juego, Netflix en cierto nivel, es un juego hecho con películas: elegimos qué película vemos, tenemos las listas, vamos recorriendo y después viajamos en la aventura que nos proponen y ponemos like o dislike... También el rol se trata de hacer elecciones. Pero en definitiva, la video-interactividad es un terreno en disputa entre distintos soportes para consumir en el hogar o bajo formas de “ocio” pasivas, mientras que la producción cultural se da en recintos cerrados por parte de trabajadores especializados.

Recientemente ocurre algo que me permite agregar un ejemplo. ¿Qué pasó con Game of Thrones/ Juego de Tronos? Millones de fans se pusieron de acuerdo para condenar el desenlace de la serie, incluso reclamaron que se reescribiera. Todos pudimos ver en las redes al finalizar el último capítulo el rechazo que generó. Estas masas de espectadores se comportan exigiendo la dimensión de la interactividad que se ha vuelto normal y por lo tanto parece serles necesaria. Ninguna productora niega que tiene en cuenta la recepción por parte de los fanáticos. Tenemos el caso de la película de Sonic, demorada un año para mejorar la calidad de su animación computada por el clamor fan. Esto ejemplifica una vez más la función tras la cual estamos para identificarla. Una función cultural y social sin la cual se producen visiblemente cierto tipo de crisis.

Pero en ese caso, esto significa también que lo cotidiano se estructura como juego muchas veces: Si vamos de compras ¿Estamos comprando (algo serio, “real”) o estamos jugando?
En nuestro ámbito se habla seguido de “gueimificar” o ludificar la enseñanza... algo perturbador porque es una especie de invasión de la realidad por parte de la función de un juego -que estamos buscando explicar aún...

5. La función específica del rol

Volvamos a esa ruptura entre lo casero (del ocio) y lo territorial o público (el juego hegemon), en rol ¿qué pasa? Se recompone. ¿Cómo?
El JdR permite llevar de nuevo el acto personal al juego, como era en la tribu. Por el acto, en el juego infantil, el niño aprende a expresar sus designios personales (Elkonin). Y en una mesa de rol, hay espectadores, hay "afuera". Los jugadores son actores del juego, no solamente espectadores reflexivos. El rol mete la acción dentro de lo doméstico, lo restituye a esa posibilidad del territorio de la tribu y la experiencia común que nos habilitaba antaño para seguir adelante en un ciclo vital...
El acto, la agencia, implica en este caso que hay algo en juego, algo de valor. Algo serio (en contraste con lo lúdico) que perder o ganar. No es algo trascendente como en el relato paradigmático de Huizinga, la vida, la muerte o el sentido mismo... pero es algo, y si es algo, quiere decir que es necesario, tiene una explicación que buscaremos.

Aunque pueda resultar caprichoso, esta es una mirada, en la que el JdR permite algo que los otros "juegos" a priori no. Es decir, algo específico del rol.
Por supuesto que lo teníamos siempre en frente de nuestros ojos, todos sabemos que el JdR permite protagonizar un acontecimiento, una “jugada” pasible de inscribirse en la historia, los “escalafones” y la historia, aunque esto sólo sea en el mundo de los aficionados de este juego. Ahí tenemos como ejemplos a los grandes popes, y estrellas, con sus partidas por Youtube, sus crowdfunding, sus premios anuales etc.



6. Discusión

El JdR no solamente una manifestación subcultural ya que el JdR, como hemos señalado, permite otra cosa cuando se pone en relación con el medio cultural, esto es, reunificar la función histórica del juego. Función cultural necesaria para que existan individuos y cultura, que nuestro sistema social hace víctima de su división del trabajo: por un lado lo casero, familiar, el momento de la reproducción de la fuerza de trabajo, versus, el afuera, el trabajo, la producción, el valor de intercambio, el “Gran Espectáculo”. Esta división expulsa del ámbito público a las ceremonias culturales comunitarias en donde el individuo es protagonista al mismo nivel que sus coetaños y que aparentemente siguen siendo funcionalmente necesarias.

Esto parece sugerir que la anomalía del rol, es decir, el hecho de que resista siendo marginal, respondería al hecho de que la sociedad convive con la amenaza de que perdamos la capacidad de concebir el relato común como individuos. Ese que nos enseña la forma político-social de convivir directamente con los otros. Sin ello, y llevándolo al absurdo, nos quedaríamos aislados en el espacio geográfico dependiente de los los circuitos comerciales y demás territorios virtuales y sólo podríamos concebirnos como individuos (es decir con criterio propio) dentro de nuestros domicilios, y esto probablemente no sea del todo funcional socialmente. Todos sabemos en particular, que la independencia de criterio no es solamente un valor moral sino un valor que produce innovación que repercute en la productividad económica.

Para ejemplos de la incidencia del JdR en la cultura local basta con evocar las historias de vida de los roleros a nuestro alcance y de la evolución de sus grupos de juego principales8.

Creo que en el estante de esta reproducción del contenido cultural de la sociedad, es decir de los lazos sociales, comunidades, individuos, relatos e historia encontraremos la función precisa del JdR. Y quiero decir por ello que es una función específica de nuestra sociedad por ser necesaria a la luz de lo que conocemos. Pero no necesariamente única del juego de rol aunque este tenga su ocasión y lugar. Es decir también que podríamos en teoría encontrar otras actividades, que la estén cumpliendo en el presente y todas ellas serán pasibles de análisis en relación con los grandes relatos y las reglas sociales imperantes.

Otras preguntas a partir de estas premisas: ¿Existió siempre a lo largo de la historia esta necesidad? ¿Es el juego en general siempre el encargado de reconstituir este modo de la cultura en los individuos y varía el tipo de juego su función social y la mentalidad que construye? ¿Es el JdR un fenómeno apenas en los inicios de su desarrollo del que no podemos evaluar su resultado histórico aún? ¿A qué se debe entonces que el rol no haya sido absorbido todavía bajo la égida de otras claves como las del espectáculo, el ocio, la educación o las terapias psicológicas?

Conclusiones
La carencia de una de las funciones tribales de los mitos, la de la cohesión social en el sentido más orgánico, parece ser compensada en nuestras sociedades de consumo por aficiones lúdicas acompañadas por una subcultura resistente.
Políticamente son vértices operativos, sociologicamente son casi invisibles, pero literariamente parecen ser sintomáticas como en el caso de D&D.
Por supuesto ante la ofuscación aparente de la materia estudiada se confirma la necesidad de la perspectiva ludologica específica que despeja las dudas iniciales. Entonces, en razón de su incersión social, el JdR parece ser capaz de responder a problemas epistemológicos de la antropología.
Una ludología axiada en la mecánica cultural como seňalan los descubrimientos de Elkonin permite el análisis cultural general, cumpliendo la intuición de Huizinga de un Homo Ludens.

1John Wick – Play Dirty
3Antero García -Privilege, Power, and Dungeons & Dragons: How Systems Shape Racial and Gender Identities in Tabletop Role-Playing Games - 2017
4Algo complementaria es la afirmación de Olga Luce: “D&D no es (más) racista”. (In difesa di Antero Garcia: perché D&D non è (più) razzista).
5Es decir, que el alcance de aplicabilidad de las competencias se define en parte según lo particular de la situación representada y no solamente en términos del reglamento escrito.
6 Por supuesto tiene vasos comunicantes con el otro, E-games, juego en linea.. pero también con el rol mmorpg etc).
7Super-history: Comic Book Superheroes and American Society, 1938 to the Present -
Johnson J. K. (2014) McFarland.
8Un ejemplo documentado: https://youtu.be/wIIMSRU_B3o

martes, abril 30, 2019

Legado, herencia e historia


“Yo se que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como una bandera a la victoria”

Eva Duarte de Perón






Victimización a penas disimulada, una y otra... y otra vez. ¿Es esta toda la jugada política de ésta política contenida en su libro "Sinceramente"? Es la pregunta principal. Lo que no quita el lugar a la breve y certera impresión sobre las operaciones de medios de las que fue objeto Cristina Fernandez de Kirchner.

Me imagino la recepción de aquellos que lean aceptando el tono dramático del relato, esos seguidores llorando en cada capitulo, en cada página por las situaciones de tensión que debió vivir esta mujer tocada por la varita a lo largo de toda su vida pero con el mérito eso sí, de ser una peronista ejemplar.
Como si fuera poco, la miseria conceptual en los discursos de la derecha, de los medios, de todo el complejo social dominante que la eligió como rival privilegiada, le permite evocar largamente el escarnio de la enajenación que por cierto sufrimos todos los argentinos cotidianamente con idénticos causantes. Pero no es ésta (ya para aclarar lo evidente), la clave del éxito social de CFK la de decir lo obvio desde el lugar en que el sistema la ubicó, sino la de protestar.

Con el argumento de “porque soy mujer sola”, que ensaya como explicación del maltrato cotidiano, una impúdica estrategia de apelación al movimiento feminista por una parte y por otra, con lo de sola, también al celestismo: mujer, y “mujer sola”, es decir viuda que merece un trato especial. En definitiva, detrás de este gesto hay una fabulosa y certera imaginación de la vida política degradada que habitamos.

Con todo su discurso frontal... es en el fondo una delicada cortesana de los modales al discutir las alternativas del traspaso de poder. ¿No es después de todo ese el rol de un presidente? ¿Ser el mayordomo del poder? Preparar el lugar y las condiciones donde los verdaderos poderes discutan las cosas importantes de la hacienda. Lo que sigue no hace más que confirmarlo precisamente.

En el medio, una acusación muy grave y confusa: que durante su presidencia, el complejo empresarial-opositor había intentado provocar una crisis económica para echarla... Algo sobre lo cual esperaríamos una aclaración. Se mencionan episodios de desestabilización y pujas de alcance limitado, pero nada que provoque por sí mismo lo que todos entendemos por “una crisis” que aparentemente sólo quedó en la tentativa. Con este tipo de conclusiones apresuradas se va tejiendo el discurso autosuficiente pero incompleto del libro.

Pero con toda su plañidera evocación de condicionamientos, la posición de poder aunque sea éste módico permite intervenir en la realidad con cierta eficacia. Lo que se demuestra con las pequeñas intervenciones siempre simbólicas, siempre acotadas que describe con detalle. ¿Qué hubiese sido de nosotros de haber contado con un gobernante dispuesto a usar su autoridad para poner en valor todo el territorio y no sólo las ruinas de Puerto Madero? De otra manera debemos concluir que la posición de presidencia de la Nación no es más que un cargo protocolar y que las grandes decisiones de organización administrativas se deciden fuera del Estado. Debemos establecer claramente las responsabilidades y los alcances en nuestro sistema político para poder evaluarlo o replantearlo por ilegítimo.

El libro está claro revive esa instancia tan exitosa que fue su partida con la plaza llena y los adeptos llorando su partida y pidiendo clemencia al destino por el mal que, como queda comprobado, se avecinaba.

Ahora el giro a la evaluación histórico-político de estas actitudes es muy preocupante. Al decir que en esta crisis “la historia se repite”, pone el dedo olímpicamente sobre lo que no pudo solucionar del régimen político que heredó. Un régimen pendular que no se interrumpe hasta hoy con evidentes resultados.

La ex presidenta señala sus coordenadas políticas a través de los actores políticos y figuras históricas que menciona; por ejemplo: la CGT echó a Lopez Rega y Rodrigo después de la catástrofe en el 75; pero cae en la costumbre de echarle toda la culpa al rival político, nunca apreciando la responsabilidad del opositor sea interno o nacional. A su posición política le pasa lo mismo que al capitalismo: es incapaz de prevenir la "externalidades", falta de conciencia global. Pero ¿por qué digo lo mismo? Es lo propio.

La palabra de la líder peronista es muy necesaria; sin su diagnóstico y sin su arenga no tendríamos qué contestarle. Estamos en el mismo nivel de convivencia, de aceptación de la arena política para discutir la res pública; no como el gobierno actual de piratas, colonizadores y cipayos. El error que le planteamos es muy simple, aunque lo relevemos en diferentes niveles, responde a una sola causa: la adaptación funcional de la oposición nacional al régimen internacional capitalista.

Superficialmente la unidad estilística del peronismo es el localismo que se confunde con anti-colonialismo: la auténtica emancipación viene de comprender el rol general e internacional del territorio "nacional" (es decir colonial) en el régimen mundial.
Una conciencia limitada solamente a lo local es la garantía de ser superado por la estrategia global de la clase dominante.
Nos enteramos por “Sinceramente” que los Kirchner hicieron su fortuna como asistentes de las buenas familias. ¿En qué momento hicieron un cambio de vida que demuestre que han dejado de serlo? ¿No se basa el mito del populismo en caracterizaciones falsas de sus actores?

La estrategia política también es un mapa para evaluar el conocimiento y la información, ya que opera globalmente y sobre cuestiones prácticas y públicas. Fernández de Kirchner carece de esta herramientas. Su capacidad crítica estriba en otros marcos, otras operaciones y de aquí su limitación cuando analiza el funcionamiento del consenso liberal, la desinformación, la recepción de las operaciones de prensa por parte de los individuos. Su respuesta de que su éxito reside en la ignorancia, por la falta de información y la debilidad de los individuos no tiene sustento alguno.
Al menos debería haber escuchado a Chomsky cuando argumenta que la falsedad anida en la educación y no en la falta de información.
De hecho se desprende claramente de los mismos ejemplos que publica aquí, que es la intervención y no el silencio, lo que permite oscurecer la realidad para el sujeto político, la desinformación no la censura, la que calla a las víctimas, la creación de héroes, no el escarnio de los rivales, lo que crea opciones electorales.

Con la necesidad de acercarse a las mujeres abortistas y de aprovechar el desprestigio de la operación judicial en su contra CFK pide ayuda manifestando su incapacidad política, lo que llama por un lado el machismo y por otro y contradictoriamente, reconoce la cuestión esencial, que nosotros llamaremos: posiciones rentísticas.

Convenientemente, ignora hasta qué punto es su tendencia a la desafección facciosa lo que causa temor en rivales y potenciales aliados: pagada de sí misma, sea como forma de supervivencia o patología, funcional dentro del sistema demente que la lleva a mantenerse en el poder virtual del Estado, sin por ende entrar en contradicción, (ya que nunca entendió la posición política de la clase dominante), y con las limitación que hemos descrito, es indiferente a los costos que paga el pueblo por su funcionalidad y la del régimen en general del que forma parte: lo llamaremos "la oposición" del capitalismo.

Ese perfil psicológico y social que hoy hace público, el circulo rojo siempre lo conoció, y eso explica su enconada enemistad con ella. Como en todo fenómeno psicológico ideológico, la realidad de la posición propia no es evaluada de forma eficaz para los objetivos declarados, ya que en ese pacto de silencio reside la propia supervivencia o mantenimiento de un estatus vital dentro del sistema. Es la incomprensión mutua entre los lobbistas históricos y los políticos populistas en la que queda rehén del poder el pueblo trabajador.
La misma capacidad de CFK para la construcción de discurso de manera orgánica y situacional y su dogmatismo económico la llevan tarde o temprano al conflicto con aquellos actores que dirigen la dinámica económica del país desde posiciones de privilegio institucionalizadas.

Dicho esto, la falta de contacto con la realidad política de construcción social es alarmante. Menos importante (aunque uno llega a compensarlo explica quizá gran parte de la admiración que produce en el pueblo) es su capacidad de construcción de pequeños proyectos de intervención efímeros. Otro ejemplo es el libro mismo, con una estructuración en donde se conjugan sabiamente la seducción, el contenido, el análisis y la exhortación. La famosa “capacidad discursiva de Cristina”.

He reflexionado sobre qué motivó a CFK a publicar, este texto y no otro, y dirán que lo hizo por la salud de su hija pero aún de ser así, no me refiero a eso: podría haber escrito un libro sin mostrar y reconocer su ignorancia de la rosca y la estrategia política .

Concluyo que la única explicación racional es que constituye un pedido de ayuda o excusa.
CFK indica que ella no se baja de su candidatura sino que lo hace su carencia de apoyos políticos en su nombre.
Como rememora aquí, prometió sobre Comodoro Py frente a unas setenta mil personas que seguiría luchando para defender las condiciones de vidas del pueblo -palabras más palabras menos-. Sin embargo parece aquí anunciar que no lo hará como se lo piden, como candidata, sino desde un espacio inimaginable de subalternidad con el poder y (por si fuera poco) de disidencia política.

Aún así podemos encontrar racionalidad en ello si descendemos al nivel de un proyecto familiar del que de todo modos CFK nunca se apartó.
Obvio sería decir que su espacio imposible sería el que permita el lanzamiento de su hijo, intentando lograr ahí donde Cleopatra falló la transmisión del poder... o en el peor de los casos fracasar de la misma manera e igualando a su amada figura mítica.
Sin embargo, sería más ambicioso aún trabajar para el otro delfín, el que otrora le confirmara la designación de Boudou y el que fue artífice de la recuperación del sistema de reparto o a saber, salvataje de las AFJP: Florencia. Sería entonces por su hija que lo hiciera, pero no en el sentido inocente que se espera. ¿Improbable? ¿Caprichoso? Sin dudas. Si al hijo del César y Cleopatra le pusieron Cesarión, ¿cómo le pondrán a la heredera de esta Reina del Nilo del revés?

lunes, noviembre 21, 2016

El Reich Supergerencial*

* The Supermanagerial Reich Por Ajay Singh Chaudhary y  Raphaële Chappe - Traducción por Individo, autorizada gracias a Los Angeles Review of Books.

Los autores avanzan una visión y un argumento para explicar la actualidad de la política estadounidense y al mismo tiempo, la racionalidad de un fenómeno persistente: el pago de exorbitantes salarios y primas a los gerentes de las mayores empresas o corporaciones del mundo. Este fenómeno, como logran rastrear en autores como Neumann, no es nuevo, sino que se produjo antes, nada menos que bajo el regimen nazi en Alemania de los 30'/40' del siglo XX. Los motivos como demuestran en uno y otro caso son políticos, y las consecuencias nefastas también. Trump no sería más que la réplica payasezca del regreso a un tipo de gobierno del capitalismo que en el pasado condujo al desastre social y a la guerra mundial, después de pulverizar los derechos laborales y políticos de los trabajadores. Una perspectiva inédita sobre nuestro pasado que nos permite iluminar un presente de incertidumbre generalizada.



La cultura popular esta repleta de representaciones caricaturescas del nazismo. Hitler parece emerger súbitamente, como si hubiese estado esperando en una esquina como un fait accompli. En un momento, la decadencia de Weimar, excelente arte y Stormtroopers y comunistas peleando en las calles. Al siguiente, Hindenburg le entrega a Adolfo las llaves del reino y es todo marchas de antorchas, El Triunfo de la Voluntad y lastimeros violines a lo Itzhak Perlman. Hitler surge sobre un Reich renacido como una suerte de dios totalitario. Todos los aspectos de la vida recaen bajo su control a través de la dominación total de la vida alemana por parte del Partido Nazi. Por supuesto, no fue así como ocurrió.

Antes de que Hitler lograse sus poderes genocidas, hubieron años de lo que hoy llamaríamos intensa puja entre facciones, prosperidad decreciente y violencia en las calles. Finalmente, Hitler agrupó una frágil coalición de tecnócratas pro-empresarios, conservadores tradicionales, intereses militares y sus propios etno-nacionalistas en un gobierno viable. Mientras el nuevo gobierno consolidaba su poder, miles de comunistas y sindicalistas fueron objeto de estricta supresión y estuvieron entre los primeros en ser enviados a los que se convertirían en lo sucesivo en campos de concentración. Y sin embargo, por un tiempo la vida para la enorme mayoría de alemanes, incluso brevemente para los judíos alemanes, continuó mayormente como lo hacía durante la era de Weimar. Claramente había un nuevo régimen en casa, pero casi todos los alemanes se levantaban a la mañana a mediados-fines de los 30' e iban a trabajar, del mismo modo que en los 20'. Enero a marzo de 1933 no era 1776, 1779, 1791 o incluso 1979. Lejos del mundo volteándose cabeza abajo, las cosas eran extrañamente estables para muchos alemanes, como si nada hubiese pasado. Para unos pocos alemanes, las cosas estaban sorprendentemente mejor.

Con el auge global de demagogos de extrema derecha como Donald Trump, Marine Le Pen, Victor Orban, Narendra Modi y Recep Tayyip Erdoğan, "fascismo" está en boca de todo mundo. Charlas de dispenser giran en torno a estos hombres y mujeres fuertes en preparación y de su potencial para encaramarse sobre el paisaje político del siglo 21. Versiones de segunda y tercera mano de Hannah Arendt y Theodor Adorno se han convertido en una adición bienvenida en el paisaje de los medios estadounidenses. Todos estamos profundamente dedicados a la ideología y la psicología del fascismo.
Sin embargo, a pesar de todas las conversaciones sobre fascismo en el aire, es notable cuántos marcos argumentales predominantemente ideológicos y psicológicos -contrario a formalmente económicos y políticos- hemos terminado aceptando en nuestros argumentos. Pocas personas quieren hablar de cómo sociedades como la Alemania Nazi funcionaban concretamente, como se construían, quiénes las hacían funcionar y porqué. Pero cuando lo hacemos, una imagen mucho más precisa emerge, en la que una estructura económica y política idiosincrática es más evidente.

En la Alemania nazi, la historia económica nos muestra un rápido cambio en la distribución del ingreso y el surgimiento de una élite gerencial que obtuvo una desproporcionada parte del ingreso nacional, no sólo el ahora proverbial uno por ciento, pero el 0,1 por ciento superior. Estos eran los equivalentes nazis de los actuales así llamados "supergerentes" (para usar el término ahora famoso de Thomas Piketty). Este paralelo con la sociedad neoliberal actual demanda un examen del lugar de los supergerentes en ambos regímenes, de implicaciones reveladoras y perturbadoras.

Behemoth: La Política Económica del nazismo

Pensadores como Adorno y Arendt tendían a encarar el nazismo con el lente de la filosofía. Aceptaban la auto-aserción nazi de "totalitario"; de que una sociedad unificada totalmente, estaba unida por la identificación con el líder del partido, de que todo se guiaba a través de una Volksgemeinschaft (comunidad nacional o la consciencia de ser parte de una auténtica comunidad nacional). La realidad fue considerablemente más desprolija. El colega de Adorno, Franz Neumann, consideró la misma cuestión desde los adalides de la política económica y la ley. Lejos del capitalismo de Estado, donde la motivación de la ganancia es eliminada y la producción está bajo el control completo del Estado, Neumann notó que bajo el nazismo los negocios -especialmente los intereses de grandes corporaciones- recibían extraordinaria libertad. No tenían total autonomía, pero los sectores de grandes empresas estaban exentos de muchas restricciones previas de la social-democracia. Organizaciones obreras independientes fueron aplastadas, y las empresas fueron capaces de coagular en inmensos y rentables monopolios mientras produjeran los bienes y servicios necesarios para el partido y el ejército.

Más de cerca miraba Neumann las operaciones del día a día del nazismo y menos se convencía de que se pudiera llamar a la Alemania nazi, un "Estado" en cualquier sentido tradicional de la palabra. Junto con el compañero de la Academia de Frankfurt Otto Kirchheimer, observaron que el poder, la autoridad y la responsabilidad no eran, como la propaganda lo querría, atadas completamente a la persona del líder, sino difundida confusamente a lo largo de un sistema dislocado e irracional. Todo el mundo (esto es todo el incluido en la comunidad nacional-racial) debía alinearse o convertirse a través del Führerprinzip en innovadores, emprendedores y pioneros del espíritu nacional en cualesquiera fuera el sector en el que trabajaban. Mismo cuando un estado degradado mantenía la apariencia de una burocracia densa, con gran parte de la organización real aún en manos de tecnócratas, la industria actuaba sin control. La sociedad estaba dominada por una miríada de (en términos actuales) "caciques" con territorios superpuestos y en competición. El partido mismo mantuvo contacto personal con casi todos los sectores, y sus propias áreas de control, particularmente en relación a asuntos raciales - el sine qua non del nazismo. Se negoció que las Fuerzas Armadas, todavía golpeadas y sintiéndose traicionadas por la rendición de Alemania en la Primera Guerra Mundial, consiguieran un equilibrio interno de poderes. Hitler dirigía, es seguro, pero solamente con una constante negociación entre estos sectores y sus micro-soberanías. E incluso Hitler no era el soberano decisor que tanto sus fervientes seguidores y sus críticos enfáticos querían que fuera; la oficina de Hitler era más como una casa de cambio, recibiendo seguido posiciones opuestas, a veces enviando posiciones opuestas para ser resueltas por otro líder, más pequeño en otro lugar. Ciertamente, el Führer era un dictador, pero era el primero de muchos, ni el ancho coloso de la propaganda nazi, ni el maligno todopoderoso bigotudo miniatura de la cultura occidental.

En su análisis final, Neumann reconoció que La Alemania Nazi no era de hecho un Estado en ninguna forma verosímil. Lejos del Leviathan bíblico de Hobbes - una visión mecanicista de una comunidad de naciones funcionando colectivamente para la seguridad y crecimiento de sus sujetos individuales, cuyo poder se resume, se expresa y se representa en la persona de un monarca o consejo gobernante- Neumann vio en La Alemania Nazi la visión alternativa de Hobbes, el rugiente horror del monstruo terrestre Behemoth, una bestia compuesta para Hobbes del Ejército Modelo Nuevo de Oliver Cromwell, del Parlamento Extenso, y de empresarios puritanos tomando la forma de un estado nuevo pero en realidad un rejunte dislocado de poder militar, económico y mismo represión sexual que en el análisis de Hobbes traduce la esencia de la anarquía en Gran Bretaña y la devastación total de Irlanda. El Behemoth bajo el gobierno nazi fue una amalgama similar. Como es sabido, fue sólo con los acuerdos personales de los conservadores tradicionales, de los nuevos nacionalistas de extrema derecha, del ejército y más significativamente de la elite empresaria que los nazis recibieron la chance de "gobernar". Varios de la élite empresaria tuvieron que solicitar personalmente a Hindenburg que apuntara a Hitler primero.

Ganancias y salarios en Tiempos Oscuros

Ni Neumann ni (Hobbes para el caso) deberían ser malentendidos. Una estructura tipo "behemoth" puede ser altamente eficiente. La eficiencia nazi para la segregación, esclavización y genocidio fueron insuperables en términos de velocidad y compleción. Pero semejante estructura derriba funcionalmente la lógica más básica del Estado, es una soberanía difusa.

En esta soberanía difusa, crecientes ganancias fueron no sólo al uno por ciento de la época, pero a reforzar el poder de una clase de ejecutivos naciente a lo largo de diferentes sectores económicos y sociales. Incluso mientras que controles internos como digamos, las condiciones de trabajo fueron desmanteladas, cuotas externas y controles de calidad fueron implementados. Estas regulaciones solían tener el acuerdo de empresas, en especial grandes empresas, que usaban esos controles para expulsar pequeñas y medianas sociedades que no podían cumplir las demandas substanciales del partido, "Estado" o militares. Y esto significó que las grandes empresas alemanas tuvieron éxito. Tanto éxito que la única era de restricción nazi a la ganancia (antes de que fueran eliminadas completamente al comienzo de la guerra) fue un límite de tasa de seis a ocho por ciento en los dividendos, e incluso entonces, el exceso por encima de esto era meramente re-dirigido a bonos del gobierno de corto plazo, que se liquidarían con los impuestos debidos por la empresa. Pero, como Neumann señala de las ganancias en la era nazi, "ganancias no son idénticas a dividendos. Ganancias son sobre todo, salarios, bonos, comisiones por servicios especiales, patentes sobre-valuadas, licencias, contactos y favores. Estas ganancias fueron a parar a los "supergerentes" del Tercer Reich.

Los hombres (y eran casi siempre hombres) de este tipo eran el eje de la sociedad nazi. Luego de elevarse a alturas inflacionarias durante la Primera Guerra Mundial, y de una previsible perdida en la subsecuente caída comprendida en La Grand Depresión, la tasa de ganancia del uno por ciento superior en Alemania empezó a volver a niveles relativamente normales durante los años de Weimar. Pero una vez que los nazis se consolidaron en el poder, las fortunas del uno por ciento del Reich de Mil Años realmente despegaron. Este fue el caso particularmente para esos supergerentes en la cumbre, el 0,1%. Desde poco menos de 4% en 1930, su participación en los ingresos nacionales bajo el nuevo orden nazi casi se duplicaron para las vísperas de La Segunda Guerra.

En contraste, aproximadamente en el mismo período, los Estado Unidos vieron no sólo una caída para el 0,1% pero uno triturador y precipitado, desde más del ocho por ciento antes de 1930, hasta menos del 4% hacia la mitad de la Segunda Guerra. Estas cifras se refieren a la parte superior de ingresos por trabajo unicamente, excluyendo beneficios de capital. A pesar de gastos anti-cíclicos similares, cualquiera fuera lo tan provechoso para los alemanes del grupo de más altos ingresos de la era nazi, no se trasladaba a sus pares estadounidenses. Esto no es específico de los Estados Unidos; tendencias similares se pueden observar por ejemplo en Francia y Suecia. Una nueva "clase gerencial" surgió en casi todas las economías desarrolladas, pero claramente era menos valorada en sociedades democráticas (o para el caso, en la Unión Soviética) que en las nuevas sociedades fascistas.

Durante los últimos 35 años, nuestra sociedad "neoliberal" ha desarrollado algunos paralelos más vale inesperados. En su muy celebrada obra Capital en el Siglo Veintiuno, Thomas Piketty observó una característica extraña en nuestra economía contemporánea: aunque el nivel de desigualdad de ingresos hoy en Estados Unidos es similar al de principios del siglo XX, ha habido un cambio en el cómo los ganadores de grandes ingresos obtienen sus ingresos. En el argumento global de Piketty, el gran crecimiento económico, estabilidad y equidad de la posguerra hasta mitad de la era de los 70, los Treinta Gloriosos, eran debidos a la idiosincrasia histórica de reconstruir después de las guerras mundiales, bombeando crecimiento económico en Norte América, Europa y Japón muy por encima de su nivel "natural" de un 2,5 por ciento. Sin embargo, la tendencia de los beneficios de capital (históricamente fijos en un 5%) es de exceder siempre el crecimiento económico. Esto tiene la consecuencia distributiva de destinar una parte mayor del ingreso nacional a inversores (ingreso de capitales) que a los trabajadores (salarios), y conducirá gradualmente a sociedades caracterizadas por una gran desigualdad en ingresos y riqueza (es decir una suerte de feudalismo). En estas sociedades, es más sensato económicamente el casarse por patrimonio que seguir cualquier tipo de carrera, porque las disparidades de ingresos se fundan principalmente en la riqueza heredada y la ventaja decisiva de obtener ingresos por capital antes que salario. Sin embargo, el dato aberrante en Piketty, con respecto a nuestra situación económica contemporánea es que el crecimiento gradual de la desigualdad de ingreso en las tres últimas décadas es el resultado directo de una explosión en los salarios superiores, más que una recuperación del ingreso por capitales -no se trata aquí de "rentistas".

Los salarios del uno por ciento superior habían aumentado desde aproximadamente ocho por ciento de ingresos en los 80s a un sorprendente 18 por ciento hoy. Mientras que los salarios para una vasta mayoría de americanos han permanecido mayormente estancados durante los últimos 35 años, el uno por ciento en la cima ha visto un crecimiento de casi 140 por ciento (http://www.epi.org/publication/charting-wage-stagnation/) y de ese ingreso ingente -tan grande que excede el retorno de capitales- casi tres cuartos van al pequeño 0,1 por ciento superior. El conjunto de estos "salarios divinos" no vienen de digamos, celebridades de grandes ganancias (artistas, actores, atletas), sino de individuos como ejecutivos de empresa, administradores de fondos de inversión, presidentes de universidades, etc. Piketty llama a los individuos que componen este 0,1 por ciento superior "supergerentes".

¿Cómo explicamos esta explosión de salarios? Podríamos empezar con la teoría de que la alta paga refleja la productividad y las competencias del supergerente (ej. grandes contribuciones a los beneficios corporativos), aunque eso no soporta corroboración. Para empezar, hay una discontinuidad muy grande entre los salarios en la cima misma y aquellos inmediatamente debajo, cuando hubiésemos esperado un incremento gradual si, las calificación o la experiencia profesional fueran el motivo clave. Incluso más, dado el tamaño y complejidad de las corporaciones modernas, es difícil determinar que parte del desempeño de una firma puede ser directamente ligada a las competencias de algún gerente ejecutivo u oficial particular y no al resto de los trabajadores. Experimentos controlados (ej. determinar el desempeño de otro gerente en el mismo ambiente) son imposibles. Evaluar desempeño en base a alguna medida "objetiva" como valor accionario también resulta difícil.

Si los "salarios divinos" pueden explicarse por contribuir a la empresa productiva, los altos pagos ejecutivos vendrían a ser lo que los economistas llaman "renta" - esencialmente, extracción de beneficios. Los gerentes podrían simplemente "meter las manos en la lata" o ser ayudados en su habilidad de extraer renta a través de poder de negociación y poder de mercado (incluyendo la habilidad de un ejecutivo de traer a la mesa cosas que no pueden ser reemplazadas fácilmente o transadas, como contactos personales, o de volver costoso para cualquier reemplazo el hacerse cargo). Piketty concluye que el elemento de renta es probablemente alto, en la fuerte paga para los supergerentes y la práctica institucional, modelada por la norma social.

En nuestra opinión hay otra forma de entender la ascensión de los supergerentes en términos de valor (aunque en un sentido algo heterodoxo) producido para la firma. El supergerente es el mecanismo de gobierno del neoliberalismo, una manera de negociar y suavizar diferencias entre sectores de poder en la sociedad, igual que lo hacían los supergerentes avant la lettre en la Alemania nazi.

Gobierno supergerencial

Los supergerentes suministran un tipo de gobierno muy específico necesario en regímenes de un tipo muy específico. El supergerente y su aparente desproporcionada parte de los ingresos nacionales no son meramente un fenómeno de nuestra era neoliberal, de las "revoluciones" Reagan/Tatcher a la era de Clinton/Blair. Eran un atributo notorio de la Alemania nazi (y aunque los datos son más escasos, del fascismo de los 20-30' en general según parece). La explicación más factible es que a los supergerentes se les paga por gobernar cuando el Estado ha sido trasladado a otro sitio, o mismo, efectivamente disuelto.

Uno podría pensarlo como una extracción de renta muy particular por la habilidad de moverse hábilmente entre las fronteras de estos sectores -de un consejo a otro, de una corporación a una fundación, a una universidad, al gobierno, a una fundación y de nuevo al principio. Uno podría pensarlo de manera algo perversa como un valor marginal efectivo, retribución por la difícil tarea de gobernar sin un Rechtsstaat (NdT: Estado de Derecho) -sin un Estado soberano, racional o con uno recesivo y redistribuido. Visto a esta luz, la capacidad de suministrar respaldo político a través de contactos es un componente altamente remunerado en este tipo de gobierno. Lo que hoy consideramos "la puerta giratoria" entre oficinas corporativas, consultoras, organismos de control gubernamental, fundaciones (NdT: Think tanks), los medios, etc. eran parte cotidiana de la vida económica, política y social en la Alemania Nazi. La forma de extremados y articulados directorios observados habitualmente economías capitalistas avanzadas fueron formalizadas para los nazis, en juntas y cámaras supervisoras poderosas entre sectores y firmas. Firmas que estaban intensamente comprometidas con el partido antes del golpe nazi (sólo un séptimo del total de las empresas pero, teniendo en cuenta el tamaño de las firmas, más de la mitad de la volumen de bolsa (ftp://www.cemfi.es/pdf/papers/Seminar/QJE_July_07_shortened.pdf) vió ganancias de seis a ocho por ciento para mitad de 1933. Niveles comparables de retorno gracias a contactos políticos se encuentran únicamente en Estados neoliberales avanzados.

El paralelo entre la "revolución" nazi en los 30' y la "revolución" neoliberal en los 80' y 90' va mucho más lejos. Los nazis eran también pioneros de lo que entonces eran las aguas desconocidas de la privatización (https://www.jacobinmag.com/2014/04/capitalism-and-nazism). Frente a la Gran depresión, Estados a lo largo del mundo -incluyendo el social demócrata de la República de Weimar- nacionalizaron industrias clave, en algunos casos, como Alemania, casi todo el sector financiero. Los nazis -a pesar de propaganda inicial que indicaba lo contrario- fueron la particular excepción (http://www.ub.edu/graap/nazi.pdf). No solamente evitaron mayor nacionalización pero innovaron en la época, un proceso tan idiosincrático que requirió acuñar un neologismo alemán (http://pubs.aeaweb.org/doi/pdfplus/10.1257/jep.20.3.187): Reprivatisierung.

Rápidamente traducido al inglés como "reprivatization" (NdT: re-privatización), el fenómeno y sus efectos terapéuticos potenciales fueron observados por órganos del pensamiento liberal tan notables como The Economist y medios masivos como la revista Time. Antes de que Thatcher empezara la privatización de las viviendas de consejo y mucho antes de que la reforma de la previsión social hiciera relamerse a Bill Clinton, los nazis ya transferían Industrias Pesadas, casi la totalidad del sector financiero y bancario, e incluso algunos servicios sociales a manos privadas y a nuevos innovadores híbridos público-privados. Mismo antes que el proceso fuese "perfeccionado" a través de la "arianización" de propiedad previamente en manos judías, las tasas de privatización promedio eran tan altas como lo serían unos 70 años más tarde cuando las reformas neoliberales empezaran en Europa.

La concentración del mercado resultante, la disminución de pequeñas empresas y el crecimiento de monopolios y carteles en la Alemania Nazi están bien documentados. No es una sorpresa que el gobierno supergerencial fuera de la mano de una consolidación de grandes intereses industriales y financieros, ya que el beneficio que provee se ve aumentado cuando los sectores y el poder de mercado están concentrados. Este es otro paralelismo interesante entre la era nazi y la nuestra. Hoy encontramos que leyes antimonopolio y de propiedad intelectual han favorecido la concentración de poder de mercado en un puñado de empresas en sectores clave, como farmacéuticos, biotecnología, medios y espectáculos, para no mencionar al sector financiero. Y nos encontramos naturalmente, que los supergerentes de hoy crecen, en particular en empresas grandes y ricas. Un estudio reciente http://web.stanford.edu/~djprice/papers/FUI_2016_FG_v3_copy-edited-with-tables.pdf) encuentra que durante el período 1978-2012, una gran parte (dos tercios) de la desigualdad en salarios era producida no solamente por la profundización de la brecha salarial (entre aquellos en la cumbre y el resto de los trabajadores) en cada una de las empresas, pero también por la emergencia de grandes empresas exitosas con pagas más altas.

Los paralelos no se terminan en el poder político y económico sino que se prolongan horrorosamente a lo cotidiano. Como Kirchheimer escribió de la fuerza de policía en la era nazi en un reporte a la OSS en 1945:

La "misión" dada presumiblemente a la policía en el Estado nazi -la de salvaguardar al Estado y al Régimen de cualquier perturbación- implica la supremacía de cualquiera de sus actos (fuese en la forma de decretos, directivas, instrucciones internas o acción cruda) por sobre cualquier ley existente[...] por ende, la policía se vuelve "una función cuyas actividades son determinadas unicamente en base a lo que es necesario políticamente [...] Esto significa que la policía como tal puede hacer cualquier cosa que considere necesaria, sin restricción por parte de autoridades legales.

Al igual que lo era para los fascistas, los neoliberales dependen del poder arbitrario de la policía, solo sujeta, si acaso, a consideraciones políticas pos-facto. Lejos de acobardarse ante la caricatura de Hitler de los 30' y 40' o para el caso frente a la Constitución hoy en día, la policía tiene gran autonomía, sin casi controles judiciales o legislativos prácticos. Esta es la contraparte necesaria "en el campo" -aprendida de la colonización- del control supergerencial del aparato de gobierno infinitamente complejo, recientemente "mercatizado", iniciativas publico-privadas y las laberínticas juridicciones superpuestas entre los sectores en el Estado Neoliberal.

Diferentes Raisons d'Être

Los numerosos paralelos entre neoliberalismo y fascismo -particularmente cuando miramos a este tipo de estructuras políticas y económicas- puede tentar a los analistas a extrapolar el caso y pretender que neoliberalismo y fascismo son lo mismo. Pero esto subestima las tremendas diferencias existentes entre estos regímenes y se pierde del efecto de sus parecidos particulares. Tanto el fascismo como el neoliberalismo son proyectos utópicos con fines diferentes, medios coincidentes y causas similares. La raison d'être del nazismo por ejemplo, era la colonización de Europa del Este, la purga interna de judíos, homosexuales, discapacitados y otros "indeseables" y la derrota del comunismo y la izquierda (negritas agregadas por Individo) en general. Todos los partidos comprometidos con la continuidad del régimen estaban extremadamente entusiasmados con la perspectiva con el primero y el tercero de estos objetivos y, al menos indiferentes (pero francamente, seguido entusiastas) en cuanto al segundo. La colonización sería buena para los negocios, restaurativa de los militares, y daría a Hitler su tan anhelado Lebensraum para la "salud racial" y prosperidad del pueblo ario-alemán.

La raison d'être del neoliberalismo, sin embargo, es extender las relaciones de mercado y sus principios a todo aspecto de la sociedad, desde "la economía" misma, al Estado, hasta mismo redefinir la comprensión básica del ser humano. Los ciudadanos pasan a ser consumidores; la humanidad, "capital humano", las personas se vuelven unos amorfos, cambiantes, interminablemente flexibles, persistentes, individuos tomadores de riesgo. Incluso más allá de lo humano, hay procesos celulares, algoritmos y compuestos químicos maduros para la optimización de mercado. El neoliberalismo -mucho más que el fascismo de la era de los 30' (aunque esto parece estar cambiando con la nueva derecha y la derecha alternativa (NdT: "Alt-Right")- es también un proyecto transnacional y evangelizador. En lugar del apoyo único en la fuerza bruta que caracterizó a la expansión fascista tanto en sus planes como en su práctica, el neoliberalismo también usa organismos de regulación, bancarios y de comercio acoplados. El neoliberalismo (un término hoy día casi siempre rechazado) anida confusamente en combinación en capas de obligaciones contractuales, adhesión y por sobre todo, el poder privado del capital y las finanzas -como la Unión Europea. A pesar de su propaganda, no busca realmente la aniquilación del Estado o mismo terminar formalmente con el parlamento como se vio con el nazismo. En cambio, captura y transforma al Estado, de manera que su soberanía se ve reducida y su poder rescindido en algunas áreas (por ejemplo en la retracción de regulaciones a las empresas y finanzas, incluso en su capacidad de recaudar impuestos), pero se expande radicalmente en otras, regulando organizaciones obreras, estableciendo procesos de patentado especiales que sólo pueden ser operados por una pocas corporaciones clave, estableciendo que los ciudadanos participen en actividades económicas privadas e incluso, en un nivel mucho más elemental, el constantemente creciente gobierno restrictivo del individuo. Esto puede variar desde el palo y la zanahoria de los impuestos, incentivos impositivos, "zonas" restrictivas para digamos "la libertad de expresión" sea para la protesta política o la observancia religiosa, a la dominación a nivel cotidiano de la policía con una aparente mano libre especialmente sobre grupos poblacionales especialmente sometidos.

Hay muchas diferencias aparentes, para decir lo menos. El nazismo es inimaginable sin la convicción ideológica y la capacidad técnica para la eliminación racial. En contraste, el neoliberalismo prefiere una suerte de limitada élite cosmopolita con poder racial -crítico para la política interna y para intervenir en estados no-neoliberales- retratada como casual, lateral. Puesto en términos ligeramente distintos, el neoliberalismo nunca querría "resolver" "La Cuestión Judía". El neoliberalismo limita la soberanía nacional en el sentido del la "libertad comercial" transnacional (comercio favorable al capital concentrado). El nazismo encaraba una suerte de autarquía exportadora. El nazismo le dio al capitalismo un abrazo parcialmente renuente -como una visión darwiniana incipiente del mundo, una forma de continuidad de la tradición nacional y el orden, y como un medio necesario para la renovación de la economía alemana en general y para el rearme de la nación. En contraste, el neoliberalismo -consolidado al menos intelectualmente en la inmediata era de posguerra- busca explícitamente la expansión y protección del capitalismo a toda costa.

La Crisis de la Democracia

La clave de la economía política de estos regímenes es la cuestión de la democracia. Uno no necesita ser particularmente radical para identificar la contradicción fundamental entre democracia y capitalismo, o para ponerlo diferentemente, entre democracia y liberalismo económico. Tan lejos atrás en el tiempo como Aristóteles siempre se asumió que las políticas democráticas serían unas, orientadas a redistribuir riquezas. Parecía obvio: si el poder está realmente distribuido en una base más amplia inclusive aproximándose a la igualdad, entonces de seguro las comunidades elegirían al menos ejercer control democrático sobre la propiedad, sino simplemente democratizarla por completo. El fascismo y el neoliberalismo -nacidos de crisis del capitalismo que demandaban una respuesta política- tienen diferentes respuestas a la versión moderna de este clásico dilema.

En una reunión con líderes de empresa alemanes en 1933, Hitler declaró que la "democracia" (es decir, el control parlamentario real) era fundamentalmente incompatible con la economía capitalista de libertad de mercado, una verdad más ampliamente reconocida en aquella era. A continuación del discurso de Hitler, Göring presentó el argumento nazi en términos directos: apoyen al partido nazi y la democracia parlamentaria terminaría. La amenaza a la libertad de empresa por parte del comunismo, el socialismo, la organización obrera y hasta la democracia formal básica llegaría a su fin. Göring concluyó: " los sacrificios necesarios [...] serían mucho más fáciles de soportar para la industria si entendía que las elecciones del 5 de Marzo serían seguramente las últimas de los siguientes 10 años, probablemente de los siguientes 100 años". Esos "sacrificios" fueron los millones de marcos alemanes que Schacht procedió a recolectar en el cuarto.

Esto no significa que el fascismo fuera completamente "anti-democrático". Hitler, Mussolini y Franco, todos basaron la legitimidad de su autoridad en principios fundamentalmente "democráticos". Sostuvieron que representaban la "verdadera" vox populi, el espíritu del Volk, la voluntad de la nación. Por ello, mucho más interesante que su reptar hasta la construcción de una coalición minoritaria de gobierno, la democracia del fascismo se refleja mejor en sus intentos de movilizar a la población e incluir a los germano-arios en la elevación de sus voces a través de acciones de masa, marchas y grupos de afinidad.

En contraste, la reacción primaria del neoliberalismo a la contradicción entre democracia y capitalismo ha sido transformar y redistribuir funciones y servicios estatales a través de "mercatización" e hibridación, y de redefinir por completo el concepto de política mismo en el de un mercado más. De hecho, en términos neoliberales, la abstención puede (y es) frecuentemente justificada como perfectamente "racional" en una suerte de argumento del homo economicus sostenido ad infinitum. Al reducir "democracia" a su estructura más transaccional -votos intercambiados por servicios provistos, los movimientos formales de un estado republicano formal para al menos una variedad de ciudadanos- el neoliberalismo logra una proeza, que los movimientos revolucionarios y reaccionarios de los siglos XIX y XX nunca alcanzaron: único entre los críticos del parlamentarismo, el neoliberalismo desalienta la participación sin socavar la legitimidad.

Una de las diferencias clave entre neoliberalismo y fascismo es que, cada vez más el neoliberalismo no se apoya en una pretensión de legitimidad democrática, sino es una especie de "naturalismo"; "no hay alternativa", la salida de Margaret Thatcher. Esto es un giro sísmico. Por casi toda la modernidad política, alguna forma de democracia -fuese bajo la forma de mecanismos formales, identidad nacional, o ideales igualitarios- había definido los alcances de la legitimidad política a izquierda o derecha, autoritaria o anarquista. Ritos liberales de forma son abrazados como el tibio nudo de la legitimidad democrática, cuando la verdad de la cuestión es que el neoliberalismo no quiere participación o democracia de ningún tipo. No quiere alas jóvenes o movilización del país (incluso para sus muchas guerras), sino que mantendría a sus ciudadanos y su fuerza de trabajo en un estado de inseguridad y ansiedad. O bien tiene un mejor fin para su tiempo (máxima productividad) o bien ningún fin (excepto como una población en exceso útil económicamente, quizás mejor controlada con su encarcelamiento masivo y racista). Al igual que con la carnicería nazi del Estado formal, la "reestructuración" neoliberal requiere la de gran escala, expansiva y onerosa regla del supergerente. El desmantelamiento de la supervisión y control democráticos, por ejemplo, aunque seguido presentada como "eficiencia", crea inevitablemente más burocracia o más estructuras arcanas.

Aliviado de la carga de la democracia, y nacido de un propósito más claro, el Reich Supergerencial pareciera un competidor para durar mil años si no fuera por sus crisis endémicas propias -particularmente inestabilidad financiera y catástrofe ecológica-. El nazismo respondió a la crisis financiera mundial y a las consecuencias de la Primera Guerra Mundial prometiendo prosperidad y dignidad a través de la unidad nacional. El neoliberalismo vino del "choque de abastecimiento" (e.d. la crisis del petróleo) y el paro de capitales de los 70' (la crisis ecológica puede probar ser la catástrofe más rápida para el orden neoliberal dependiendo de los resultados políticos; una perspectiva que nadie en absoluto debería celebrar). De hecho, aunque el neoliberalismo abreva en herramientas intelectuales desarrolladas desde el mismo fin de la Segunda Guerra Mundial, puede ser útil pensarlo como una prolongación del poder que el capital imbuye en su propia forma de sociedad. Si la colonización y erradicación eran las promesas que el nazismo no rompería -incluso en sus minutos de agonía- la devoción por soluciones halladas sólo en el mercado es la frontera que el neoliberalismo no puede cruzar. Sus estructuras intelectuales e institucionales están construidas justamente para evitar el tipo de prosperidad extendida que fue vista para fines de los 60', el casi pleno empleo en particular.

El neoliberalismo ahora ha pasado la crisis financiera del 2008, y consolidado más y atrincherado tanto su forma de gobierno como la concentración de riqueza e ingresos del 0,1 por ciento superior. Pero se ven grietas en la armadura del nuevo Reich Supergerencial. Una de las mayores es el surgimiento del neofascismo en casi todo el mundo, con sus promesas de nacionalismo étnico y económico de entregar prosperidad, o mínimamente representación. Para en otras palabras cumplir, lo que el neoliberalismo nunca pudo.

En 1939, Max Horkheimer escribió famosamente: "quienquiera que no esté preparado para hablar de capitalismo debería también permanecer en silencio sobre fascismo". En tanto que un reciente refugiado judío marxista de Alemania, estaba en una mejor posición que la mayoría para opinar de los peligros del fascismo. Afirmamos que este dictum aún se sostiene, aunque tal vez necesita una actualización para el siglo XXI. Todo aquel que tome seriamente la amenaza de la recientemente asumida derecha reaccionaria, debe tomar seriamente el rol que el neoliberalismo ha jugado en desplegar la alfombra roja para su llegada. En vez de hacer contorsiones de letra muerta liberal, debemos reconocer el hecho de que ya hemos vivido en una forma de liberalismo autoritario profundamente destructiva por casi cuatro décadas.

Mientras que hay mucho rechinar de dientes por nuestro propio caricaturesco aprendiz de Hitler, demasiados actores políticos parecen más que deseosos de hacer la vista gorda ante nuestro Reich Supergerencial propio. Como alemanes de los 30', demasiados están simplemente cómodos con el horror en cámara lenta que ha sido el neoliberalismo. Ven a los Trumps y los Le Pens y Erdogäns, y demás, como una nueva crisis, un súbito ataque al sistema. Muchos en los Estados Unidos temen una elección de Trump porque podría haber una explosión de represión estatal contra los vulnerables, particularmente minorías étnicas y raciales. Y sin embargo, el Estado neoliberal ha creado ya un sistema penal que rivaliza con el de las dictaduras más autoritarias del mundo. Los Estados Unidos encarcelan más ciudadanos (en total y per capita) que cualquier otro país de la Tierra, y los afro-americanos y latinos de manera largamente desproporcionada. Muchos temen que Trump traiga deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados. Sin embargo, el Estado neoliberal incurre en deportaciones masivas, en los millones durante la administración corriente, con incontables otros esperando en condiciones desesperantes en la red de campos de detención para inmigrantes más grande del mundo. Muchos temen que la elección de Trump traerá persecución masiva, vigilancia y restricciones para musulmanes estadounidenses. Y sin embargo, el Estado neoliberal ya espía a los musulmanes, efectúa exámenes religiosos en las fronteras e investiga a musulmanes por nada más que sus prácticas religiosas. Muchos temen que la elección de Trump pueda traer la ruina económica, pero para la mayoría de los estadounidenses, la riqueza se evapora, los salarios se estancan, el desempleo real persiste.

Mientras que su nacionalismo económico está condenado y su nacionalismo étnico es aborrecible, los Trumps, Le Pens y Farages están en lo cierto en que el "orden establecido" no está respondiendo a la vasta mayoría de las personas. Más aún, la gente ya no se siente excluida, simplemente lo están. Trump probablemente traería una política exterior errática, impredecible. Pero todo lo que el Estado neoliberal ha entregado en esta área han sido interminables guerras de agresión, intervención y desestabilización por beneficios políticos y económicos. Muchos llaman a Trump un fascista. Pero es el crimen de guerras de agresión el que se considera principal o mayor en el estatuto de Nuremberg, el crimen que prepara el escenario para los "crímenes de guerra" y los "crímenes contra la humanidad". Si ha de haber una política que supere la nueva amenaza fascista, debe asumir el hecho de que la crisis no es ahora, la crisis ha venido siendo por un tiempo. Por enfocarnos unicamente en la amenaza de nuestra caricatura de Hitler casera hemos sido incapaces de reconocer el hecho enfrente de nuestros ojos: las estructuras característicamente paralelas, los mismos ganadores, similares perdedores, los crímenes, la degradación humana. Ya estamos viviendo en nuestro propio, cruel y del siglo XXI, Reich Supergerencial.